Cuando decidí escribir sobre las rupturas amorosas, me surgió naturalmente la pregunta: "¿por qué son tan dolorosas?" E inmediatamente mi respuesta fue: "¿por qué no lo serían?" Sin embargo, me parece invalidante la primera pregunta, ya que una ruptura amorosa puede ser muy dolorosa dependiendo de una infinidad de factores. La intensidad del dolor puede variar según el tiempo y la energía invertidos en la relación, las expectativas y compromisos compartidos, y el apoyo social, entre otros. Como psicóloga clínica, entiendo que cada individuo vive el proceso de ruptura de manera única y merece comprensión y empatía en este difícil momento.
No quisiera generalizar en los factores que generan que una ruptura amorosa sea dolorosa, porque creo que a pesar de que los seres humanos tengamos muchas cosas en común, nuestra historia de aprendizaje es muy diferente y categorizar los factores no me parece útil, yo creo que la pregunta más útil para hablar de este tema es: ¿cómo vivió una persona su relación amorosa como para qué la ruptura de la misma sea tan dolorosa?
Hagamos un ejercicio de suposición, supongamos que alguien vivió su relación amorosa de la siguiente manera:
Todas las mañanas se saludaba con su pareja y le deseaba un feliz día.
Cuando tenía alguna situación incómoda, le contaba a su pareja la situación y recibía apoyo, compañía, escucha, cariño.
Compartían los fines de semana.
Realizan actividades sociales sin tener que pensar mucho en cómo y con quién hacerlas.
Compartían momentos de intimidad como: relaciones sexuales, conversaciones íntimas y profundas.
Descansaban juntos.
Iban a eventos sociales juntos.
Hablaban de ellos, de cómo crecer juntos, del futuro, del amor, de las vacaciones, de la vida.
Todas las noches le deseaba descanso y buenas noches a su pareja.
Todas estas situaciones implican afecto, cariño, conexión y ante una ruptura amorosa, estas acciones es posible que se disminuyan progresivamente o que incluso se eliminen tajantemente, este es el cambio, es un cambio conductual. Las cosas que eran útiles hacer con una persona ya no lo son cuando se termina una relación y queda un “vacío conductual” que puede ser fomentado por la pregunta: y “¿ahora que hago sin esto?” “¿Dónde pongo todas estás acciones?” O las personas que somos más románticas nos podría venir a la cabeza la pregunta de: “¿y ahora qué hago con todo ese amor?”. El otro día hablaba con mi ex en ese intento que tuvimos de disminuir las conductas que nos unían progresivamente y me envió este meme que me hizo mucha gracia y que también es una pregunta (muy válida además):
Traducción: “las rupturas amorosas son muy locas, a quien se supone que voy a escribirle “compré un nuevo cereal y me gustó” se supone que ahora tengo que quedarme con esa información, yo solito”.
Una ruptura amorosa es un cambio. Yo todavía no conozco la primera persona que viva los cambios y las pérdidas de seres queridos con alegría y felicidad, ¿no sé si ustedes?. Usualmente, los cambios generan emociones, que muy curiosamente son definidas cómo “movimientos del alma” según Aristóteles. “Los cambios generan movimientos del alma”. Esto quiere decir que los cambios generan emociones que muchas veces son incómodas.
Por tanto, una ruptura amorosa es un cambio, uno incómodo.
Volvamos nuevamente al ejercicio de suposición, lo primero que se me viene a la cabeza después de leer esas supuestas actividades es: ¿CÓMO NO VA A DOLER PERDER ESTO? ¿CÓMO NO VA A GENERAR TRISTEZA Y OTRAS EMOCIONES INCÓMODAS EL PERDER ESTAS ACTIVIDADES TAN AGRADABLES Y AFECTUOSAS?
Las emociones incómodas, esas que no queremos sentir, pero que ante muchas situaciones de la vida son inevitables, como: la ira, la tristeza, la ansiedad, la envidia. La sensación fisiológica de estas no es agradable.
Las que son más excitadoras del sistema nervioso como la ira, el miedo o la ansiedad, usualmente los seres vivos las sentimos con una alta temperatura, frecuencia cardiaca acelerada, vacío en el estómago, náuseas. La tristeza por su lado puede sentirse como: letargo, falta de energía, llanto, o como metafóricamente lo describimos “nudo en la garganta”. Esto no es cómodo, no tendría que serlo, es una experiencia desagradable y al mismo tiempo válida. Porque vuelvo a la pregunta ¿cómo no va a doler perder esas actividades o afectos que tanto nos gustaban?
Creo que una de las cosas que tenemos todas las personas en común es que no nos gusta sentir incomodidad, queremos estar bien, queremos que el cuerpo esté tranquilo con energía suficiente para hacer cosas, pero solo energía suficiente, no desbordada que nos mantenga en estado de alerta y aceleración. Esto también es válido, pero no sería posible mantenerlo para siempre de esa manera. Como dice la canción de Julieta Venegas: “el corazón es un músculo, si no late revienta”. La vida se mueve y en ella hay cambios, lo más seguro es que todo cambie. El problema es que nos resistimos, evitamos, no nos gustan los cambios y menos cuando estos traen tanta incomodidad.
No muchas personas hemos tenido la fortuna de que nos hayan cuidado o enseñado a cómo estar con la incomodidad. Generalmente, nos han enseñado que está mal, que no debemos sentirla. Esta premisa y todas las acciones que la acompañan, causa una lucha, la lucha de “me siento mal” pero “no debería estar mal”, “quiero estar bien” pero “mi cuerpo está mal” entonces hacemos cosas para escapar de la incomodidad. Nos cuesta mucho tolerarla. Nos cuesta mucho permitir el malestar, no es cómodo pero es válido.
Si algo tengo clarísimo después de muchos años como psicóloga clínica y después de muchos años de terapia, es que las emociones funcionan como el famoso dicho Colombiano: “al que no quiere caldo, se le dan dos tasas”, entre menos queramos sentir algo, más lo sentimos y entre menos queramos pensar en algo, más lo pensamos. Escapar de las sensaciones dolorosas que nos causan las rupturas amorosas solo las acrecienta y ante más malestar más ganas de escapar y menos de procesar.
Yo creo que la propuesta ante esto es una muy incómoda: “pasarla mal”.
Dejar que el cuerpo sienta todo lo que tiene que sentir, que pase por todo lo que tiene que pasar, dejar que la incomodidad atraviese, la habilidad de psicología más difícil: tolerar el malestar.
Pero es muy importante aclarar que tolerar el malestar no es aguantar el malestar, se aguanta cuando no se tiene un sentido, se tolera cuando el pasar por ese malestar tiene un sentido, una razón de ser. Por esto, creo que ante una ruptura amorosa y después de reconocer las emociones y pensamientos incómodos que acompañan a esta misma, me parece importante preguntarse: “¿para qué sería útil para mí atravesar este dolor? ¿Para qué sería útil dejarme sentir?, ¿Qué ganancia tendría dejarme sentir esto?. Si les sirve de algo, al hacer esta pregunta en terapia con mis consultantes, algunas respuestas son: “para mejorar mi relación conmigo”, “para aprender a cuidarme”, “para dejar de evitarme, reconocerme y darme lo que necesito”, “para saber mis límites”, “para construir mejores relaciones con otras personas”. Cuando escucho esto se me iluminan los ojos, es como pasarla mal un ratico para luego pasarla mejor.
Quizás esta es la propuesta: “pasarla un rato mal para luego pasarlo mejor”.
No es fácil y a veces tenemos que pedir ayuda, ya sea a nuestras amistades, a un profesional en psicología, a un familiar o a nuestras redes de apoyo.
Si estás pasando por una ruptura amorosa, una de las que son incómodas, de las que trae emociones muy difíciles de vivir y sientes que no tienes las herramientas para procesarla, quiero decirte que no está mal pedir ayuda, que este dolor intenso tiene sentido y cómo todo en la vida también pasará.
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